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Cuando los muertos siguen gobernando a los vivos: cómo una ley de hace un siglo asfixia a abogados y trabajadores

En la Argentina del siglo XXI seguimos presos de una ley de 1915 que obliga a esperar plazos ficticios para cobrar giros judiciales. El art. 3 de la Ley 9667 impone el “consentimiento” de tres o cinco días hábiles, que sumado a la feria judicial y las demoras bancarias condena a trabajadores y abogados a cobrar tarde, mal y devaluado.
El caso testigo de diciembre de 2023 lo demuestra: un depósito realizado el 26 de diciembre quedó congelado más de un mes por la feria, mientras la inflación superior al 200% anual licuaba su valor. Los paliativos (plazos fijos judiciales, giros parciales “salomónicos”) no salvan el crédito: el resultado siempre es pérdida.
Se trata de un problema que no solo es vetusto, sino también inconstitucional e inconvencional, porque afecta la tutela judicial efectiva, el derecho de propiedad y el derecho a una retribución justa y digna (CN, PIDESC, CADH, Declaración Americana).
Reformar esta norma no es un lujo: es una urgencia. La justicia no puede seguir rindiendo culto a los muertos; debe ser inmediata, eficaz y humana.

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El costo invisible de ponerse la camiseta: cuando la cultura empresarial lleva al «burnout»

El mito de “ponerse la camiseta” nació como un símbolo de orgullo, pero en muchas empresas se convirtió en un mecanismo de control que empuja a los trabajadores al burnout. Lo que comienza como entusiasmo se transforma en agotamiento, cinismo e ineficacia, hasta derivar en un desgaste que no es casual: en algunos casos, es mobbing estructural, disfrazado de compromiso.

Mientras Recursos Humanos se reinventa como “Talento Humano” y repite que “la persona está en el centro”, en la práctica prevalecen la falta de límites horarios, la cultura del miedo y la desigualdad. El derecho laboral argentino ofrece herramientas claras —LCT, Constitución, Ley 27.555 de teletrabajo—, aunque persiste el vacío en la Ley 24.557. Sin embargo, la jurisprudencia ya empezó a reconocer al burnout y al estrés laboral como indemnizables.

La paradoja es que esta cultura no solo destruye personas: también arruina empresas. A corto plazo, la sobreexigencia puede mostrar resultados; a largo plazo, genera juicios, rotación y pérdida de talento. La verdadera dirección de empresas no se construye sobre cuerpos rotos, sino sobre trabajadores valorados y respetados.

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